Para
situarnos dentro de la poesía juvenil en el Sur de Chile, tendremos que
realizar un recuento de qué se considera poesía en el contexto histórico de
nuestro país en estos últimos tiempos y
también, por qué no, revisar el estadio de relación de la poesía en el marco de
la literatura nacional. Esta relación, por tanto, está supeditada a la
existencia de un ejercicio de reconocimiento de una producción poética ya sea
en lo político, económico, social y también académico, pero también para el
caso del Sur de Chile, ésta se
delimita del centro de producción, donde existe otra dinámica de desarrollo de
reconocimientos, de producción y recepción de las obras y además de inclusión/
exclusión de temas, ya sea por la relación política y económica de las ciudades
del Sur (o sea desde Temuco a Chiloé) como la misma formación poética de los
miembros y su relación con los otros, desde donde se escribe y se formula,
entonces, esta poética del Sur.
Para
entender la conformación de la poética
del sur, tenemos que hablar de los “centros” urbanos de ésta, de estas
ciudades donde se desarrollan las actividades económicas y políticas más
importantes (pensado ya desde la época grecorromana donde las urbes han sido la
más importante conglomeración humana y de progreso), estos Temucos, estas
Valdivias, estos Osornos, Puerto Montt y Castros que, a su vez, también están excluidos de la prosperidad y
del centralismo que entrega Santiago –el gran capitolio de este Estado Nación-
y el poder hegemonizador que se ha tratado de instalar tanto dentro como fuera
del territorio geográfico delimitado aquí. Sin embargo, no podemos olvidar que
estas ciudades del Sur no han sido ajenas a la inclusión globalizadora y sus
distintas maneras de manifestarse en las relaciones personales y de entender la
poesía, sin embargo aún la poesía del
sur mantiene una identidad, un distanciamiento obligatorio o voluntario del
resto.
Santiago
y las ciudades del centro- sur –incluyendo también Concepción-, se han
instalado como una constitución de la modernidad, del progreso, del poder.
Desde aquí se emana el poder central del presidente, la conformación de leyes,
la formación de las vanguardias artísticas donde Neruda, Huidobro, Mistral
entre otros, desenvolvieron la tarea de la poesía desde las ciudades, viajando,
interactuando en los clubes sociales de la época para ser considerados como tales.
Asimismo, entre exclusiones e
inclusiones, la poesía no es ajena a la expansión demográfica y a la
instalación de la idea del “progreso” moderno que siempre fue preconizado desde
la independencia de Chile y en el colonialismo español, entonces permeándose, además, en la fundación
de las ciudades del Sur para “domesticar al salvaje”, al bosque majestuoso del
Sur que no permitía el auge de la economía que necesitaban las oligarquías
nacionales y las potencias para desarrollarse, fundándose así Temuco y muchas
ciudades de pujante identidad germana.
Hablar
del Sur de Chile en lo poético en su desarrollo diacrónico, a través del
tiempo, también es el reflejo de multiplicidades lógicas emanadas de una
modernidad avasalladora de los habitantes de este territorio que tenía ya
habitantes, -diversas comunidades mapuches huilliches y costeras-, entonces
concibiéndose el Sur, ya desde la época de la Conquista Española como de la
Colonización Alemana, un territorio de despojos y de domesticación. Desde el
siglo XX hacia delante, asimismo, el mismo desarrollo económico y social de las
ciudades necesitaba el registro, la formación de la cultura para crear buenos
ciudadanos y cultos, para lo cual existían cronistas y escritores de pluma
oficial que contaban y narraban la
fundación de las ciudades, la llegada de los colonos, etc.
Saltándome
la creación histórica de los cascos urbanos, quiero decir que toda ciudad
excluye y esconde, así también el Sur es escondido y ha escondido con su
progreso pujante a los distintos actores que la han hecho y habitado. Ya desde la
mitad del siglo XX, nuestro Sur tenía
grupos poéticos juveniles que van en correlato a la creación e
influencia de las vanguardias artísticas que siempre han sido lideradas y han
tenido mayor grosor por parte de los jóvenes, quienes siempre se han destacado
por su afán rupturista y desestabilizador de las “escrituras” y estructuras
anteriores.
Grupos
poéticos como Indice, Trilce, Agrupación de poetas Quercipinión, Balmaceda Arte
Joven o Fundación Neruda zonal Sur cumplieron funciones desde la mitad del
siglo xx hasta la fecha de reunir a las voces jóvenes y juntarlas dentro de su
heterogeneidad de voces e intereses. Poetas como Clemente Riedemann, Bernardo
Colipán, Harry Vollmer, Rosabetty Muñoz, Mario García, Paulo Huirimilla Jaime
Huenún, Leyla Campos, Persus Nibaes, Roxana Miranda, Manuel Moraga, Nelson
Reyes, (en orden cronológico) han situado en las distintas plataformas de
reunión como talleres y agrupaciones, así como revistas como Atenea, Trilce o
Pájaro Verde sus voces. Hay que destacar que hay una subversión del lenguaje en
estos poetas, una mixtura propia de la vivencia en este sur de Chile
alemanizado y mapuche, hay una apropiación del cuerpo, un canto inperenne que
todavía persiste y que rompe en cierto sentido la lógica que para hacer “poesía
hay que irse a Santiago”.
Asimismo,
esta herencia fue pasada a estos jóvenes de la generación de los 80 y 90, una
herencia que amortigua las relaciones con los antecesores. En estos jóvenes
como Melisa Castillo, Jano Opazo, Jorge Aguilar, Camila Flores, Lency Rehbein,
Cristian Saldivia, Camila Mardones, entre otros se destaca esta multiplicidad
de temáticas, de temples anímicos donde se nota aún la voz de Teillier y otros
poetas de esta zona la lectura de los clásicos que es casi obligatoria como
para el rockero escuchar The Doors. En todas las generaciones, en esta última
sobretodo, existe una osadía por utilizar otras disciplinas para asumirlas
también como poesía, utilizar la voz “sureña”, también una temática de género, contestatario
o simplemente de ciudadano común, asumir
esta disidencia, esta marginación del progreso bicentenario como el canto del
treile, solitario y libre, esparciendo sus textos ya sea por internet, por
antologías informales o formales, pero muy poco por publicaciones propias. Esto
último, también ha sido notorio, como que las antologías desarrolladas ya sea
desde los talleres o las universidades son muchas veces las academias de
reconocimiento de estos jóvenes, o también los mismos concursos literarios a
nivel nacional o regional. Nuestra
permeabilidad en las tecnologías, las
lecturas, las sugerencias académicas o de poetas distinguidos del círculo han
servido para que nuestra generación también tenga un desarrollo dentro de este
patio baldío, este patio trasero que ya no sólo canta como un treile, como la
decimonónica poesía que reúne a unos cuantos, sino que explora y sobrevive en
la ciudad, en el campo, en los espacios que escribe y narra. Hay vanguardia,
hay música, hay ánimos de hacerse distinguir más allá de los espacios conocidos
como los talleres poéticos, también hay un espacio de difusión que son aparte
de las instituciones gubernamentales y las academias, pues también está en la
calle, en las bienales, en los conversatorios.
Como
cierre, la poesía joven del Sur de chile es tan difícil de abarcar en sólo los
planos de “emergentes” o “inéditos”, pues los textos han cobrado otros códigos,
otras lógicas y también los ejercicios de publicación son distintos. La poesía
del sur de Chile también podríamos verla como, también, un ejercicio fronterizo
que viaja, donde cada poeta es también el Sur y donde se situé es un poeta,
aunque la misma noción de “poeta” sea negada muchas ocasiones, no deja de ser
que los círculos de la poesía joven y el quehacer escritural en estos últimos
diez años aproximadamente han presentado novedades como por ejemplo, la
creación de redes cartoneras, de difusión por internet, antologías, perfomances,
trabajos, encuentros poéticos donde comparten además con los otros poetas
coetáreos y más experimentados la intención de escribir. Estas y otras
actividades, estas y otras intenciones más o menos válidas desde la poesía del
sur y en confluencia con los otros escritores que son más o menos reconocidos
dentro o fuera de la academia, hay un “ser” sureño, fuera de todo chouvinismo o
sueño “surrealista”, lo hay. Esto, ya sea por los procesos históricos de las
ciudades del sur de Chile, el estado actual de la poesía en Chile y las nuevas
figuras de este círculo, las nuevas corrientes de pensamiento crítico y
académico, las universidades, los talleres, entre otros, podemos asegurarnos
que ya no se necesita mucho de la “cuña” del centro o de la capital para “ser” poeta,
puesto que hace un buen tiempo las nuevas tecnologías y las redes de artistas y
de intereses, han surgido y creado bases para que la misma tarea de difusión y
de reunión de los poetas consagrados y “jóvenes” ayuden a conocer los trabajos
y lecturas de éstos.
Tareas
hay, como convertir la poesía que se hace en el sur se desligue de las
instituciones tradicionales, utilizar el lenguaje y los recursos lingüísticos
de la geografía humana de nuestro sur, usar nuestra creatividad, nuestras
vivencias, leer, comenzar a reinventar nuestras lógicas de sobrevivencia en
estas urbes que están siendo domesticadas por el neoliberalismo fomentando la
oralidad de nuestros pueblos originarios, la oralidad de las poblaciones, el
grito suspicaz de la calle y del campo. Esta idiosincrasia, este rescate no
arqueológico sino de prácticas sociales, sirven para reincorporar el trabajo y
la labor de la poesía, pues desde los tiempos inmemoriales este trabajo ha sido
es de ser la voz de la comunidad, de la tierra, de la tribu. Hoy somos todos
tribu, toda ciudad y campo, eso independiente de qué “género” poético se
cultive, hoy es más que importante asumir ese camino. Siempre vencedores, jamás
vencidos.