sábado, 23 de junio de 2012

La propiedad colectiva, la pareja y la orgía




Este es no es el último poema romántico Ni Ella  el primer amor.
No se prometieron estrellas ni hijos
Se echaron manos por toda la ciudad en calidad de desconocidos.


Si te digo te quiero es por costumbre

Cuando las manos se exploran de un pantalón a otro Suelen pensar en Arturito Rimbaud o en una reiterativa oración escrita en mandalas, dibujando fractales, hilos entre ambos, tropezándose en sus quejidos cortados. Todo es invisible hasta que uno trata de mover los dedos y meterlos más adentro. Recuerdan una fragancia frutal, una soga roja que parece ahorcar una infancia desvanecida en Nintendos y aguaceros.

 Vamos a un estacionamiento de autos que hay cerquita

El aliento paraguayo y petrolero, el beso lobo  a una reina que saca de la blusa  dos par de pechos, uno tiene una medialuna similar a un PacMan devorándose el pezón izquierdo
Ambos fuman unos Hilton mojados por la niebla  Mientras la primera clavada fue como la de un rayo desmenuzando el silencio La arrastra de una pared a otra Ambos mascullan viejas canciones del Puerto.

Viejos amantes transpiran por ellos Entre sus cuerpos que hablan los idiomas de los tuertos.

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