domingo, 13 de mayo de 2012

Terminal vacío

En esta ciudad no hay nadie que me espere
ni en ningún terminal hay muchacha
esperando por mi carne.

En mi cabeza hay un toro negro
dando vueltas en círculos
estrellando sus pies en lo etéreo,
en los tiempos que disponen los trigales
para decantar en el conjuro
su bramido.

Mías son las flores cortadas
para quien quiera tomarlas,
domingos y tardes en donde
el baile acaba de madrugada.
Míos los cigarros y las cervezas
para quien quiera conversar
de astronomía en un bar desconocido
acabando por tomar la última gota
extraviando la cabeza entre ríos y silencio.

No hay primaveras en el desierto
ni inviernos en el silabario del puño.
Dando golpes se acaba por comprender
la soledad entre todos los bosques.

En este círculo, ambos cruzamos
las pieles con miedo
pero tú no me esperas
Ni yo tengo miedo


En las costras,
abiertos los mares y las teorías
el sol arde bajo las pestañas.

Dices que me quieres
y que yo mismo me basto, y que me debo
a las piedras, y murmuro constantemente
que te acuerdes de mí
como el polvo al surgir del air

Entre los músculos de la luz
ya no puedo esperar nada
Ni a una muchacha de dudoso cariño
ni un perro que me ladre

Nada más que un vidrio empañado
separa la noche de un cuernazo
del tristísimo hálito de un poema lanzado
a nadie más que a mi
a mi obstinación de dolerme...








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