Usted va cantando y yo voy con mi fusil marchando hacia una guerra.
Y me pregunta a dónde voy, y contesto a salvar al lector de sí mismo. Como si ya no tuviera suficiente lugar me contesta y yo digo claro, tienes razón, pero nadie enseña manifiestos negros ni abomina a su destinatario con grietas o enseña a desatarse los cordones de los zapatos. ¿Y para qué desatarse los zapatos? , me replica, y yo, sacando el seguro lo apunto y digo porque a pies descalzos se hará la otra guerra.
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