“Buenos días, muchacha hace tiempo olvidada
No despiertes del todo en la visita
Sigue tus infalibles líneas ecuatoriales
Siempre dormida, virginal, obscena”
(José Coronel Urtecho)
Con el puño escribo tu nombre
Y con el codo borro tu aura
A ti / espía y fantasma rompo conjuro
Rompo el empacho silencioso de tus palabras
Hago cruz a tus malas costumbres
A tu forma de morderme el destino
Te quiero Hija del veneno
Con tus lunas, con tus lagunas,
Con tus huidas y miradas, aún sabiendo
El porte de ese silencio, hundí ahí
Las manos y atajé la luz, el residuo
De los dos soles de tu rostro, plegados
En la piedra sanguinolenta
Sólo espero que me digas te quiero infinitamente
Con la libertad de las libélulas encontrándose en el mismo mar
Pues, en la sal de las nubes no hay secreto
En los rincones, en los bares, y en las calles que paseamos
Hubo más que dos serpientes encontrándose
En ataviados combates, buscando el abismo
Más que dos túneles bifurcando la luz, rociando
El veneno, más que todos los caballos
Girando como trompos en una pradera.
Todos los tiempos circularon febriles en las tardes
Y en las aguas de nuestros pasos
Me basta aún cerrar la crisálida, duramente,
Usar como alas tus pestañas para sobrevolar tus sueños
Y tocar en el piano una serenata de ciudad moribunda
El piano madre, el piano de un niño enfermo
Que toca hasta chorrear perlas azules
Los que caen hasta tus tobillos, para mancharte
Con mi azul tus cabellos de Nada.
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