sábado, 21 de mayo de 2011

Solo para piano (en llamas)



“Buenos días, muchacha hace tiempo olvidada

No despiertes del todo en la visita

Sigue tus infalibles líneas ecuatoriales

Siempre dormida, virginal, obscena”

(José Coronel Urtecho)

Con el puño escribo tu nombre

Y con el codo borro tu aura

A ti / espía y fantasma rompo conjuro

Rompo el empacho silencioso de tus palabras

Hago cruz a tus malas costumbres

A tu forma de morderme el destino


Te quiero Hija del veneno

Con tus lunas, con tus lagunas,

Con tus huidas y miradas, aún sabiendo

El porte de ese silencio, hundí ahí

Las manos y atajé la luz, el residuo

De los dos soles de tu rostro, plegados

En la piedra sanguinolenta


Sólo espero que me digas te quiero infinitamente

Con la libertad de las libélulas encontrándose en el mismo mar

Pues, en la sal de las nubes no hay secreto


En los rincones, en los bares, y en las calles que paseamos

Hubo más que dos serpientes encontrándose

En ataviados combates, buscando el abismo

Más que dos túneles bifurcando la luz, rociando

El veneno, más que todos los caballos

Girando como trompos en una pradera.

Todos los tiempos circularon febriles en las tardes

Y en las aguas de nuestros pasos


Me basta aún cerrar la crisálida, duramente,

Usar como alas tus pestañas para sobrevolar tus sueños

Y tocar en el piano una serenata de ciudad moribunda

El piano madre, el piano de un niño enfermo

Que toca hasta chorrear perlas azules

Los que caen hasta tus tobillos, para mancharte

Con mi azul tus cabellos de Nada.

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