domingo, 2 de octubre de 2011

AÚN TENEMOS IZKIERDA, KUMPLEAÑEROS!


En el último tiempo, el movimiento estudiantil y un sinfín de cifras y concreciones numéricas y televisivas, han dado la razón a muchas personas para no sentirse representados por los partidos políticos, líderes o por el mismo sistema imperante. Bajo ese planteamiento, podríamos decir–incluido yo-, nos sentimos huachos dentro de la plataforma política, llena de chanchullos e inconsencias propias de los grupúsculos alienados o añejos.

Ya no basta sólo con decirse de izquierda, siendo que dentro de este conglomerado hay un zoológico de fracciones, cuan vértebra, anquilosada por las formas o maneras de llevar a cabo los planteamientos de Marx u otros pensadores del socialismo científico o anarquistas. Y hay reformulaciones, odiosidades, amores apasionados, pactos, divorcios dentro de esta gran familia que en el momento de tejer una movilización se muestran los dientes. Es por ello que muchos sentimos arcadas cuando vemos al presidente de la CUT hablando peste de los profesores de filosofía y de acusando a los grupos de “ultra” de hacerle la pega a la derecha, cuando nosotros podríamos responderle que estando dentro de aquel conglomerado social (que en su tiempo fue una vanguardia obrera en sus tiempos mozos) podría dar grandes azotes al gobierno pero que con el tiempo se ha convertido en un esbirro más del gremialismo chauchero y renovado. Por si no fuera poco, estos representantes, en vez de generar simpatía o adhesiones dentro de lo que se dice izquierda o en la misma población “despolitizada”, generan antipatía, a excepción de Camila Vallejos.

Dentro de la jungla y del marketing de la izquierda hay un intento desesperado de captar gente, ya sea cambiándole el nombre a sus partidos políticos o alianzas, haciendo carretes, hablando sandeces para parecer light. Es la responsabilidad de un cuadro de sacarse de encima el estigma de ser comeguaguas, creo yo, lo que lleva a sacar un arcoíris de herramientas de agarrar gente. Ya conocemos aquellos partidos que lo único que hacen es plantear alegría, mucha alegría en sus filas, sin valorar el peso bibliográfico o la responsabilidad que tuvieron sus cuadros para ingresar a ello en tiempos de antaño. Es por ello que a veces me salen ronchas cuando oigo a Gajardo o a Vallejo, cuando sé que prontamente esta última la tirarán a alcaldesa gracias al “pacto por omisión”, utilizando el impulso de todo un pueblo como catalizador dentro del mismo sistema.

Todo lo dicho es muy triste, es muy frustrante, sin embargo hay esperanzas dentro del movimiento. Aquellos apuntados con el dedo de ser “ultrones” sólo por creer en asambleas populares, por mostrarse reacios a votar, aquellos que le salen herpes cuando oyen el discurso pacifista lechuguero que al fin y al cabo le hace la pega al neoliberalismo, a aquellos que creen que sin partidos la cuestión también avanza, a aquellos les digo que no está todo perdido. A nuestros padres o madres que creen que la Vallejo para todo esto decirles que en las marchas o en los consejos superiores somos nosotros quienes generamos discusiones aún mayores o independientes de las líneas de estos monigotes que nacen cuan callampas en esta fiebre.

Decirle a esta ciudadanía, que con o sin capucha, excluyendo el discurso ambivalente de algunos que “hay formas y formas de llevar a cabo una reivindicación”, a ellos decirles que el tiempo o la historia no espera y que bajo el vocablo de “pueblo”, de “lucha”, de “asamblea” hay soluciones concretas. No hay partido burocrático o negociador que le dé la razón a una respuesta visceral o casi hastiada por aquellos que se han sentido excluido de mucho tiempo, cuando ya sabemos que de cualquier forma la fuerza social ellos la manipulan de tal manera de que sin darnos cuenta nos encontraremos con una moneda de cinco pesos para repartirla entre todos. Es por ello que los llamo a juntar indignación y mucho amor, pues, como decía el Che, el amor es el motor que mueve a un revolucionario.

La historia nos dará la razón cuando veamos que el movimiento estudiantil empiece a juntar a otros actores sociales, y si no es así, podríamos intentarlo el otro año o el siguiente, si aún estamos jóvenes y llenos de ideas. La historia nos absolverá (citando a Castro), eso es lo bonito.